Hoy caminamos por una reserva de la Biosfera, cruzando
admirados el precioso bosque de Peloñu para conocer un ejemplar de roble tan
vetusto y enorme que ni cinco personas abarcan a abrazarlo completo: el
«Roblón» de Bustiellos
Nuestros pasos para la excursión de hoy se inician en pleno
parque Natural de Ponga (reserva de la Biosfera), en el conocido como Mirador
de Les Bedules, una collada a la que se llega por firme asfaltado desde San
Juan de Beleñu (capital del concejo pongueto) y en la que podemos dejar el
vehículo sin problemas.
En la collada de les Bedules hay una pequeña pasarela de
madera que merece la pena recorrer antes de emprender camino, ya que nos
permite disfrutar de preciosas vistas. Aunque, sin ni siquiera recorrerla, ya
desde la zona misma donde dejamos el coche y comenzamos a andar, la altura del
lugar nos regala una panorámica montañosa en todas las direcciones: el Pierzu,
el Carriá y el Tiatordos («la montaña perfecta») compiten en espectacularidad
con los Picos de Europa, que se dibujan al este majestuosos.
Desde esta collada, cogemos una pista bien marcada (con
enorme cartel informativo al inicio) que nos lleva, primero, entre cabañas y,
despacio, nos va metiendo en el bosque de Peloñu.
Este que andamos es un camino lleno de posibilidades
senderistas, ya que esta misma pista entre el bosque puede seguirse recta, sin
coger desvíos, para llegar hasta la majada de Arcenoriu, una antigua vega de
pastores de carácter montaraz cargada de belleza y simbología. También podemos
seguir la pista y acceder a algunos de sus desvíos (todos bien señalizados) que
entroncan con caminos que conducen a cimas altas, muy populares en estas zonas,
como Peña Salón o el Sen de los Mulos, dos cumbres bien merecedoras de una
excursión que se elevan sobre el paisaje circundante asomándose al horizonte de
los Picos de Europa y los cordales montañosos de Amieva y Ponga.
Para llegar a nuestro objetivo de hoy no tenemos que coger
desvío alguno: sólo seguir la pista, adentrándonos cada vez más en el magnífico
entorno que regala el bosque de Peloñu, un lugar de enorme valor ecológico
plagado de hayas, abedules, avellanos y acebos.
Los saltos de agua van acompañando el recorrido, siempre por
pista cómoda y asomándose, entre árboles y pequeñas subidas y bajadas, al
horizonte de los Picos de Europa.
Tras poco más de cuatro kilómetros andados alcanzaremos la
Collada de Granceno. No es difícil darse cuenta de que hemos llegado a este
punto: aquí las vistas se abren, agrandándose, y el camino se encuentra con un
entorno de amplia pradera que- a la izquierda- señala un desvío, con un enorme
panel, que nos lleva dirección Sen de los Mulos.
introduce aún más en el bosque y, a los pocos metros, lo
encontraremos: el Roblón de Bustiellos destaca entre la muchedumbre de hayas,
rectas y escarpadas, y entre tímidos restos de cabañas que son sólo ya montones
de piedras con forma circular.
Ignoramos el desvío de Granceno y seguimos el rumbo inicial,
por la pista marcada que cogimos en Les Bedules, que ahora se desvía
ligeramente a la derecha y comienza a descender, adentrándose de nuevo en el
bosque de forma más profunda y cerrada.
Tras unos pocos minutos de sencilla caminata, un pequeño
poste nos señala que nuestro destino final de hoy está cercano. Sólo tenemos
que virar nuestros pasos a la izquierda y descender por un pequeño camino
(abandonando la pista inicial por primera vez) que se introduce aún más en el
bosque y, a los pocos metros, lo encontraremos: el Roblón de Bustiellos destaca
entre la muchedumbre de hayas, rectas y escarpadas, y entre tímidos restos de cabañas
que son sólo ya montones de piedras con forma circular.
Con 30 metros de altura y 8 metros de diámetro, este
precioso ejemplar de roble es perfecto como «cumbre» para el día de hoy.
Además, el lugar en que se ubica tiene ese toque mágico, de cuento de hadas,
que siempre riega los sentidos y las emociones de paz y tranquilidad. Y aunque
ya es primavera, el otoño parece aún enganchado a estos lares, que aparece
impaciente y a punto de explotar con brotes verdes y hojas incipientes.
Para volver, sólo tenemos que reandar el camino que nos
trajo, para llegar de nuevo hasta Les Bedules, el mismo mirador desde el que
partimos con perfecta visión de las montañas y los picos circundantes.
Una excursión perfecta para hacer en primavera, disfrutando
de la explosión única de la flora del bosque y del centenar de trinos, alegres
y ocupados, que hacen de banda sonora. El ruido del agua (cruzando en pequeñas
riegas y cascadas todo el recorrido) y las magníficas vistas de los Picos de
Europa y del cordal montañoso de Ponga hacen que el trayecto de ida y vuelta al
roblón de Bustiellos sea una experiencia terapéutica, apta para toda la
familia, sin ningún tipo de pérdida y estupenda para desconectar de los ruidos
estresantes propios de la rutina y el día a día, conectando con la música y la
luz natural beneficiosas y características de los buenos bosques.
Mirador de Los Bedules hacia el Tiatordos
Macizo Occidental de Picos de Europa
Aparcamientos de Los Bedules
Demasiado buena la pista
Mucho liquen, indicando la pureza del aire de la zona
Llegando al Collau Granceno
Desvio bien indicado al roblòn
Pico Sen de Los Mulos
Amieva
Collau Graceno
Otra de Amieva
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